ya acabó su novela

¿Cinco pilares del desarrollo personal?

Publicado: hace 8 horas

Durante los últimos tiempos he reflexionado acerca de aquellos componentes que, de forma concluyente, concurren en el progreso integral personal. Coincidiendo con mi reciente disertación titulada “Tu historia no te define, tus decisiones sí”, en un evento virtual de la Cámara Mundial de Conferencistas, Expositores y Oradores (CMCEO), quiero resaltar su indudable valor y cabal aplicación.

Seguramente coincidiremos en que todos anhelamos un crecimiento sustantivo y cualitativo, por encima de títulos y grados, ubicaciones jerárquicas y solvente remuneración. Sin embargo, estimo conveniente explicar cinco elementos que, desde mi perspectiva, enriquecen el mundo interior, afirman la creación humana y optimizar la convivencia social.

Las habilidades blandas.- A diferencia de los conocimientos técnicos o “habilidades duras” son rasgos de la personalidad, para actuar de manera eficaz, que combinan atributos encaminados a escuchar, dialogar, estimular, delegar, analizar, juzgar y fomentar acuerdos. Engloban facultades transversales e incluyen el pensamiento censor. Con frecuencia se confunde, desconoce o minimiza su alcance y magnitud. Asuntos como: autoestima, empatía, inteligencia emocional, temperamento, asertividad, tolerancia, son los más visibles.

Estas destrezas tienen un impacto determinante en las responsabilidades laborales y en cualquier actividad o rol emprendido. Su aplicación, sin ambigüedades, se verá plasmada en: lazos interpersonales, procesos de negociación, trabajo en equipo, resolución de conflictos, comportamiento con la pareja e hijos, etc. Está presente en cada una de nuestras acciones.

Las habilidades sociales.- Son las capacidades para actuar de modo efectivo y adecuado. Favorecen la interacción positiva, hacen posible el acercamiento, la comprensión y el afianzamiento de las vinculaciones entre los individuos. Su consolidación refuerza la autovaloración, la comunicación y facilita hacer realidad objetivos vitales.

Existen las “habilidades sociales básicas”: escuchar, iniciar una conversación, formular una pregunta, agradecer, saludar y presentarse, hacer un comentario o cumplido. También, las “habilidades sociales secundarias”: asertividad, persuasión, escucha, aptitud para transmitir sentimientos, pericia para definir problemas y soluciones. Estimo importante acotar acerca de la probabilidad de visualizar su utilidad en diversos contextos y, por lo tanto, su importancia se aprecia en cada escenario en el que interactuamos. Advierto con asiduidad una situación referida a profesionales, con altos escalones académicos, incompetentes para establecer una mínima plática debido a sus escasas “habilidades sociales”, inseguridad e incultura.

Percibo una acentuada resignación sobre la habitual carestía, altamente limitante, de estas condiciones. Personas de variadas ocupaciones laborales que, por sus quehaceres requieren un horizonte pródigo de estas cualidades, son renuentes a saludar, mostrar afables gestos, estimular una charla -por estar arropadas en su reducido y marginal círculo- e incapaces de integrarse socialmente al situarse sobreprotegidas en su zona de confort.

La vocación.- Es la huella de nuestro paso por este mundo; es aquel propósito que nos inspira volcar nuestros talentos, competencias, aspiraciones e ideales. Optar cada individuo la suya debiera constituir una prioridad en concordancia con sus empeños y expectativas. Se va forjando desde la infancia de manera inconsciente y gradual. Soslayemos creer, como suele deducirse, que aparece en una coyuntura específica. Probablemente la revelamos en la juventud y adultez.

Esquivemos confundirla con la obtención de planes de mediano y largo plazo. Por ejemplo, erigir su propio negocio, acceder a cierto escalafón en la organización, extender los servicios o productos de su empresa, viajar por diversos sitios del mundo, entre otros. Un factor perturbador está enlazado a la injerencia de los padres deseosos de imponer la que ostentan o hubieran codiciado ejercer. A través de sus descendientes procuran cristalizar pretensiones frustradas o continuar las emprendidas. Definirla será el punto de partida para lograr nuestra felicidad.

Los valores.- Asientan un punto obligado de aprendizaje e interiorización para salir de tan punzante crisis moral. Son adquiridos durante nuestra vida por influencia del sistema educativo y el entorno. Según como fueron recibidos pueden ser estables y permanentes en el tiempo. A determinada edad definimos los que regirán nuestros actos. Representan una especie de “hoja de ruta” por donde debemos orientar nuestra conducta.

Al aplicarlos se transforman en un hábito y, consecuentemente, en una virtud. Evitemos compararlos con una “camisa de fuerza” que impide el pleno y libre desenvolvimiento. Todo lo contrario: guían nuestro cometido dentro de un conjunto de parámetros de trato con la comunidad en la que interactuamos. Del mismo modo, son principios rectores en la toma de decisiones.

La cultura.- Ofrece la condición de convertirnos en seres racionales, críticos y solventes en términos éticos. Viabiliza discernir, efectuar juicios críticos, induce la argumentación, alienta tomar conciencia de la realidad, estimula las emociones y la sensibilidad. Brinda la oportunidad de “bucear” en la intuición interior; es un medio de superación incuestionable. Sugiero insertar esta noble tarea, con particular énfasis, en las nuevas generaciones tan requeridas de emigrar de la lacerante ignorancia en la que están inmersos.

La solvencia cultural es un indicador de sapiencia, crecimiento y evolución. Es conveniente acercarnos a la lectura, la historia, el arte, la música y a entretenidos géneros literarios para desplegar ilustradas tertulias, estimular la imaginación, aumentar el vocabulario, explayar la sensibilidad y acentuar la identidad. Somos una comunidad que percibe la erudición como lejana y elitista y, por lo tanto, evitamos entender su verídica connotación. Es un conjunto excelso de portentosas experiencias significativas de añadir en nuestro cometido cotidiano.

He querido presentar mis apreciaciones sobre factores que, de tomarse en cuenta, podrían propiciar enfrentar con eficaces herramientas las innumerables vicisitudes que nos depara el destino. Si analizamos las implicancias de las variables descritas coincidamos en su inmensa repercusión e interacción en el bienestar humano y su ascendencia contra la agobiante infelicidad que, aceptémoslo, es inherente a nuestra existencia.

Nuestro paso por la vida debe dejarse llevar por la ilusión de lograr que nuestra dimensión interior esté expresada, sin ambigüedades, a través de los múltiples quehaceres emprendidos. En tal sentido, requerimos una solvente formación reservada a alimentar cada obra en la esfera externa. El “desarrollo personal” involucra (también) un sentimiento, un compromiso, una misión y una genuina entrega con el entorno social.

La vida, su vida, mi vida encarnan una magna posibilidad para esparcir sin desvelo semillas, sueños y lecciones que, especialmente, ofrezca un renacer de expectativas para los hombres y mujeres venideros. Cada uno de nosotros posee un potencial para echar las bases de un mañana esperanzador en su espacio familiar, gremial, comunitario, institucional, etc. Tenemos la exigencia ética de convertirnos en artífices de las transformaciones que demanda una sociedad sucumbida por la desidia, la actitud oblicua, la inconsecuencia y la ausencia de principios.

Culmino evocando las pertinentes palabras del egregio y recordado escritor portugués José de Sousa Saramago (1922-2010) y Premio Nobel de Literatura (1998), cuya fastuosa creación estuvo enfocada a la aguda visión del hombre y el mundo contemporáneo: “Estamos destruyendo el planeta y el egoísmo de cada generación no se molesta en preguntar cómo van a vivir los que vienen después. Lo único que importa es el tiempo de hoy. Esto es lo que yo llamo la razón de la ceguera”.

(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/


Escrito por

Wilfredo Pérez Ruiz

Docente, comunicador y consultor en protocolo y ceremonial, etiqueta social, ética profesional, atención al cliente y técnicas de exposición


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