¿Cómo descubrir tu “vocación”?
En incontables ocasiones se asume la “vocación” como sinónimo de profesión. Tan es así que, con frecuencia, los padres se refieren a ésta como la actividad que ambicionan desempeñar sus hijos; se presiona con asiduidad a los jóvenes para definir, apresuradamente y de manera prematura, su porvenir. Tales situaciones acentúan el desconcierto.
En tal sentido, presento reflexiones y aportes encaminados a su esclarecimiento. Ante todo, empecemos con una pregunta: ¿Qué es la “vocación”? Es una necesidad, interés e impulso imperioso de satisfacer. Permite autorrealizarse, da oportunidad de desarrollar aptitudes, talentos y habilidades y, especialmente, reafirma la personalidad y produce elevados estándares de bienestar. Es algo que todos llevamos consigo, aun cuando algunos tengan dificultad para develar.
Ésta se forma desde la infancia de manera inconsciente y gradual. Soslayemos creer, como suele deducirse, que aparece en una coyuntura específica. Probablemente la hemos revelado en la juventud y adultez. Este punto me lleva a sugerir implementar programas sobre esta materia, en la educación escolar secundaria, diferentes a las reiteradas charlas de “orientación vocacional o profesional”. ¡No es lo mismo!
Para el prestigioso psicólogo y actor Javier Echeverría Escribens, autor del libro “Emprende tu vocación” (2017): “…La ‘vocación’, según la palabra etimológica, es un ‘llamado’. Yo lo defino como aquello que cosa te ‘llama la atención’ desde que eras chiquito. Algo en ti te dice ‘mira esto’, ‘juega con esto’, ‘conversa de estas cosas’, ‘mira esto en la televisión’ ‘acuérdate de esto’, ‘escoge tal juguete’. Tu no sabes por qué. Tienes allí una fila de juguetes y tu hijo agarra eso y comienza a desarrollar algo. Entonces la ‘vocación’ es como un rompe cabezas que se va armando, aunque no sabes de qué se trata ese llamado y lo vas a entender cuando encuentres una ocupación que esté a la altura de tu ‘vocación’. La ‘ocupación’ es el lugar que ocupas en el mundo, que va más allá del trabajo. Porque puedes cambiar de trabajo, pero te sigues ocupando de lo mismo. La ‘profesión’ es solamente el medio que te permite llegar a un fin, es como una llave que te abre puertas. Pero, tienes que saber que puertas quieres abrir”.
Al respecto, formulo las siguientes interrogantes: ¿Qué tarea despliegas en la que olvidas el paso del tiempo? ¿Qué eres capaz de hacer con perseverancia a pesar de los obstáculos? ¿Qué acción alimenta tu entusiasmo e inspiración? Con seguridad pueden servir para revelar la “vocación”. Desestimemos creer que está circunscrita a la edad; va más allá de la adolescencia; se puede redescubrir en disímiles períodos de la vida. Evitemos confundirla, como sucede a mis alumnos, con la obtención de “objetivos” de mediano y largo plazo. Por ejemplo, erigir su propio negocio, acceder a cierto escalafón en la organización, extender los servicios o productos de su empresa, viajar por diversos sitios del mundo, ser reconocido por su especialidad, entre otros.
Un factor perturbador en la definición de la “vocación” y, en consecuencia, en la selección de la profesión, está enlazado a la injerencia de los progenitores. En momentos de buena fe y en otros inspirados en un espíritu sórdido -e incluso revelador de sus frustraciones, temores y vacilaciones- intentan imponer la que ostentan o que hubieran codiciado ejercer. Procuran a través de sus descendientes cristalizar proyectos, ilusiones y pretensiones frustradas o continuar las emprendidas.
Es errado vincular ciertas profesiones con el éxito salarial y el estatus social. Es mezquino subestimar aquellas concernientes al mundo del arte y la cultura y, por lo tanto, desalentar o censurar su incursión. Si fuese así, serían inexistentes los abogados, arquitectos, ingenieros, etc. en labores ajenas a sus carreras, a pesar de sus ostentosos grados académicos. La retribución económica la estipula, entre otros factores, las oportunidades, la intensidad, la pasión y la entrega asumida. El reconocimiento lo otorga el compromiso reflejado en el quehacer elegido.
Comparto las enriquecedoras y aleccionadoras aseveraciones del célebre Mario Vargas Llosa formuladas durante su conferencia en la Universidad Autónoma Metropolitana de México (2011): “…Creo que las personas más desdichadas, que yo he conocido en mi vida, la eran, lo son todavía porque dedican su existencia a hacer cosas que no les gusta, cosas que no les dan tiempo, ni les permiten hacer aquello que sí les gusta y no pueden hacer. Al mismo tiempo, que las personas, no diré más felices, pero si las menos infelices que he conocido, las que me han dado más envidia son aquellas que dedican su tiempo, su energía, su esfuerzo a hacer aquello que les gusta. Creo que son una minoría de personas, creo que la realidad está hecha de tal manera que las personas no saben o no descubren, sino cuando ya es muy tarde, aquello que les hubiera gustado hacer en la vida”.
“Creo que la primera y más importante función de la enseñanza, no solo la enseñanza académica, tambien la enseñanza escolar, es ayudar a los niños y a los jóvenes a descubrir su vocación y convencerlos de que sí esa es su vocación, si eso lo tienen claro, deben entregarse a ella porque es la manera mejor de defenderse contra la futura infelicidad. Infelicidad que forma parte de la condición humana de la que nadie puede librarse. Quienes hacen aquello hacen que les gusta, aunque ello le signifique vivir muy modestamente, aunque ello le signifique privaciones y sacrificios enormes, los hace infinitamente menos infelices si dedicaran su tiempo a actividades en las que no creen, a actividades que sienten como una traición y un desacato de aquello que íntimamente hubieran querido hacer y ser”.
Debiéramos evitar resaltar, como acontece en el ámbito general, la profesión como lo único auténticamente elocuente y emblemático. Innumerables hombres y mujeres subrayan -engalanados de orgullo y vanidad- sus méritos universitarios, en contradicción con sus inocultables orfandades éticas, cívicas, culturales y de educación. Por el contrario, son incapaces de reconocer y sustentar su “vocación”: subsiste un destino incluso, en ciertas circunstancias, todavía por descubrir. Correspondería que esté en armonía con nuestra misión como seres humanos.
El desenvolvimiento profesional, a través de una explícita acción, brinda enormes complacencias y vastas realizaciones. Sería absurdo subestimar su indudable implicancia. No obstante, convendría volcar la “vocación” también para contribuir con nuestro entorno como genuino testimonio de identificación y valores ciudadanos. Un asunto espléndidamente relegado e inadvertido en la sociedad peruana. Una colectividad lacerada y representada por la apatía, el egoísmo, la insolidaridad, la envidia y el escaso apego al “bien común”.
En síntesis, es la huella culminante de nuestro paso por este mundo. Optar cada persona la suya debiera constituir una prioridad en concordancia con sus facultades, anhelos, empeños y expectativas. Es una forma de alcanzar la plena felicidad. Recordemos lo dicho por el afamado empresario y cofundador de Apple, Steve Jobs: “El único modo de hacer un gran trabajo es amar lo que haces”.
(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/